sábado, 23 de mayo de 2009

Mal día.

Sólo tenía 14 primaveras cuando descubrí que los momentos de tensión hacían que mi cuerpo se comportase de manera extraña.
Pude percibir cómo él estaba tan tenso y emocionado por ese momento como yo; fue como si mi cuerpo se incendiase, abandoné mi sentido y me refugié en mis instintos. Le besé una vez algo tímida, pero luego siguieron besos apasionados; era como si hubiese perdido la consciencia, no me enteraba de lo que hacía, y no me enteraba de que estaba condenando a mi primer chico a una muerte terriblemente doloroso: le estaba quemando vivo y no me enteraba.
Cuando cayó de mi lazo mortal, volví a la normalidad; estaba muerto, y no tenía muy claro cómo lo había hecho. La tristeza y el miedo me invadió, corrí y corrí, cogí mis ahorros, me subí a un taxi y me dirigí al lugar más remoto que conocía: Alaska.