<<...¿?...>>
Mérope abrió los ojos lentamente; <<¿dónde estoy?>> La estancia era una pequeña habitación blanca, con ventanas de medio punto con los marcos rojos, justo a los pies de la cama, había una puerta, también roja y en la pared izquierda un pequeño balcón con numerosas flores, la puerta de acceso era de cristales rectangulares y un pomo deteriorado se movía al son del viento. Mérope no pudo aguantar más, se levantó y posó sus pies en el helado suelo. El contraste del calor de su cuerpo con el del suelo le produjo un escalofrío, se dio cuenta que su brazo estaba vendado, no debía ser mala gente si se habían molestado en curarla, pero no se fiaba. Se levanto, y dio unos silenciosos y lentos pasos, miró por la ventana, y de repente todo encajó; la habían pillado, estaba en un psiquiátrico, no había otra posibilidad. <<>> seguía mirando por la ventana... <<¡Un árbol!>> fue hacia el balconcillo, y con mucho cuidado giró el pomo. El pedazo de madera chirrió como una alarma así que Mérope, ya sin cuidado y con mucha prisa, terminó de girar el pomo e intento abrir la ventana. Para su sorpresa, mejor dicho, horror, se quedó con el pomo en la mano y para más inri empezó a escuchar pasos dirigiéndose hacia la habitación, forzó la puerta; no se abría. Había dejado de escuchar pasos, estaban girando el pomo, por fin consiguió abrir la dichosa ventana. Superando su terrible vértigo, y mientras oía como se abría la puerta, esquivó las macetas, se apoyó en la barandilla y saltó hacia el árbol.
Los siguientes segundos se hicieron eternos, parecía que jamás llegaría a la rama, y así sería. Sintió una presión en el tobillo, y cuando estaba a punto de rozar la rama, algo la hecho con fuerza hacia atrás.
Unas manos fuertes la sujetaron con delicadeza por los hombros, aun así no podía zafarse de ellas.
-¿Estás loca, o te crees superman?
-Yo no estoy loca -dijo medio sollozando mientras pateaba en todas direcciones- ¡Yo no estoy loca! No debería estar aquí. ¡Déjeme salir de este psiquiátrico!
-¿Psiquiátrico?
Una estruendosa carcajada llenó la habitación. Mérope no entendía a qué venía esa risa, y un ramalazo de cólera le recorrió la espalda.
-¿De qué te ríes? -dijo histérica.
-De ti -respondió resueltamente el chico-, esto no es un psiquiátrico; en un psiquiátrico no hay ventanas rotas por las cuales se podría escapar.
-Entonces, ¿donde estoy?
-En una casa en medio del campo.
Mérope respiró hondo. Así que estaba a salvo, así que no tendría que seguir huyendo. Ya era hora. Se preguntó si sabría quien era ella en realidad, si sospechaba que era un monstruo. Como si le hubiese leído la mente, el muchacho la soltó y la sentó en la cama.
-Aquí -explicó-, todos somos como tú, especiales. Hay hombres lobo, gente que puede dominar las plantas y vampiros, como es mi caso. Somos una gran familia, no todos nos llevamos bien, pero aprendemos mucho de los demás.
Mérope estaba un tanto sorprendida. Pasaron unos segundos hasta que consiguió calmarse del todo entonces le miró: tenía cara de niño bueno, no mucho mayor que ella, sus ojos eran marrones, pero por el borde parecían un poco dorados, sus labios eran carnosos, y dibujaban una sonrisa ligeramente pícara.
-Si sigues así me vas a desgastar -dijo él, mientras la muchacha se ponía roja- por cierto, soy Cedric.
Le tendió la mano, y ella con la cara semi oculta entre los cabellos se la estrechó.
-Yo Mérope -dijo aun roja.
-Bueno, ahí tienes la ducha -dijo señalando una puerta en el otro extremo- le pedí a una amiga que te pusiera un pijama para poder lavar tu ropa, está en el armario.
-Supongo que eso es una indirecta ¿No?
Volvió a esbozar una pícara sonrisa.
-Creo que he sido bastante directo -respondió.
Sin decir más se dirigió a la ducha, vio su doble en el cristal de un espejo y casi se asusta. Estaba paliducha y con sangre seca en el pelo. Se quitó la ropa y se metió en la ducha. Que agradable sensación, hacía mucho tiempo que no se sentía también. Se lavo el pelo con un champú que olía a frambuesa y el cuerpo con uno que olía a melocotón. Cuando salió de la ducha la primera cosa que pensó fue <<>>.
Unas manos fuertes la sujetaron con delicadeza por los hombros, aun así no podía zafarse de ellas.
-¿Estás loca, o te crees superman?
-Yo no estoy loca -dijo medio sollozando mientras pateaba en todas direcciones- ¡Yo no estoy loca! No debería estar aquí. ¡Déjeme salir de este psiquiátrico!
-¿Psiquiátrico?
Una estruendosa carcajada llenó la habitación. Mérope no entendía a qué venía esa risa, y un ramalazo de cólera le recorrió la espalda.
-¿De qué te ríes? -dijo histérica.
-De ti -respondió resueltamente el chico-, esto no es un psiquiátrico; en un psiquiátrico no hay ventanas rotas por las cuales se podría escapar.
-Entonces, ¿donde estoy?
-En una casa en medio del campo.
Mérope respiró hondo. Así que estaba a salvo, así que no tendría que seguir huyendo. Ya era hora. Se preguntó si sabría quien era ella en realidad, si sospechaba que era un monstruo. Como si le hubiese leído la mente, el muchacho la soltó y la sentó en la cama.
-Aquí -explicó-, todos somos como tú, especiales. Hay hombres lobo, gente que puede dominar las plantas y vampiros, como es mi caso. Somos una gran familia, no todos nos llevamos bien, pero aprendemos mucho de los demás.
Mérope estaba un tanto sorprendida. Pasaron unos segundos hasta que consiguió calmarse del todo entonces le miró: tenía cara de niño bueno, no mucho mayor que ella, sus ojos eran marrones, pero por el borde parecían un poco dorados, sus labios eran carnosos, y dibujaban una sonrisa ligeramente pícara.
-Si sigues así me vas a desgastar -dijo él, mientras la muchacha se ponía roja- por cierto, soy Cedric.
Le tendió la mano, y ella con la cara semi oculta entre los cabellos se la estrechó.
-Yo Mérope -dijo aun roja.
-Bueno, ahí tienes la ducha -dijo señalando una puerta en el otro extremo- le pedí a una amiga que te pusiera un pijama para poder lavar tu ropa, está en el armario.
-Supongo que eso es una indirecta ¿No?
Volvió a esbozar una pícara sonrisa.
-Creo que he sido bastante directo -respondió.
Sin decir más se dirigió a la ducha, vio su doble en el cristal de un espejo y casi se asusta. Estaba paliducha y con sangre seca en el pelo. Se quitó la ropa y se metió en la ducha. Que agradable sensación, hacía mucho tiempo que no se sentía también. Se lavo el pelo con un champú que olía a frambuesa y el cuerpo con uno que olía a melocotón. Cuando salió de la ducha la primera cosa que pensó fue <<>>.